miércoles, 19 de noviembre de 2008

Corazón mío, ¿Qué nos importan …?

Corazón mío, ¿Qué nos importan las capas de sangre y de brazas, y los mil crímenes, y los interminables gritos de rabia, esos llantos de cualquier infierno que derriban cualquier orden, y el Alquilón gimiendo aún sobre las ruinas, y venganza alguna? ¡Nada!... Mas, sí, a pesar de todo, ¡la deseamos! Industriales, príncipes, senados, ¡pereced! ¡Abajo el poder, la justicia, la historia! No lo debéis. ¡Sangre! ¡Sangre! ¡La llama dorada!

¡Espíritu mío, ejercítate en la guerra, en la venganza y el terror! Retorzámonos cuando nos muerdan: ¡Ah, pasad ya, repúblicas de este mundo! ¡Basta de emperadores, basta de regimientos, de colonos y de pueblos!

¿Quién revivirá los violentos torbellinos de fuego sino nosotros y aquellos que creemos hermanos? ¡Venid! Novelescos amigos: esto va a gustarnos. ¡Jamás trabajaremos, oh oleajes de fuegos!

Europa, Asia, América, desapareced de una vez. Nuestra marcha vengativa lo ha ocupado todo, ¡ciudades y campos! ¡Ah, nos aplastarán! ¡Estallarán los volcanes! Y el océano herido…

¡Oh, amigos míos! Corazón, te lo aseguro, son hermanos. Negros desconocidos: ¡si nos decidiéramos! ¡Vamos¡ ¡Vamos¡ ¡Maldición! Tiemblo al sentir que la vieja tierra se derrumba sobre mí, ¡cada vez más a vuestro lado!

De Arthur Rimbaud.

1 comentario:

Nicolás Bramón dijo...

El hombre que en su momento fue, para sí mismo ( y para los demás, sin duda) el igual de dios. Realmente qué podrían importarnos ".. los mil crímenes.." En verdad es una deuda pendiente. "¡La llama dorada!"
Gloria Rimbaud.
Amén.