martes, 14 de diciembre de 2010

Vita brevis.

Leo, y soy límpido en mis intenciones

Leo, y soy límpido en mis intenciones; lo que hay de fiebre en la simple vida me abandona; una calma completa me invade. Todo el reposo de la naturaleza está conmigo.

Ricardo Reis

viernes, 19 de noviembre de 2010

No entres dócilmente en esa noche quieta

No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.

Dylan Thomas. Traducción: Elizabeth Azcona Cranwell

sábado, 6 de noviembre de 2010

Tenemos el arte para que la verdad no nos mate

¿Sólo conoces lo Real? Cae muerto.
Eso dijo Nietzsche.
Tenemos el arte para que la verdad no nos mate.
Para nosotros el mundo es demasiado.
Después de cuarenta días el Diluvio sigue.
Las ovejas que pastan allá lejos son chacales.
Ese tictac en tu cabeza es de verdad el Tiempo
y vendrá por la noche a sepultarte.
El tibio niño que ahora duerme partirá en el alba,
y con tu corazón irá hacia mundos que ignoras.
Y por eso
necesitamos que el Arte enseñe a respirar
y haga latir la sangre; tener que aceptar la cercanía
del Diablo
y la edad y la sombra y el coche que atropella,
y al payaso con máscara de Muerte
o la calavera que con corona de Bufón
a medianoche agita cascabeles
de óxido sangriento y matracas gruñonas
que estremecen los huesos del desván.
Tanto, tanto, tanto... ¡Demasiado!
¡Destroza el corazón!¿Y entonces? Encuentra el Arte.
Toma el pincel. Aviva el paso. Mueve las piernas.
Baila. Prueba el poema. Escribe teatro.
Más hace Milton que Dios, aun borracho,
para justificar los modos del Hombre con el Hombre.
Y el divagante Melville se toma en serio la tarea
de encontrar la máscara bajo la máscara.
Y la homilía de Emily D. señala el basurero
de nuestras anomalías.
Y Shakespeare envenena el dardo de la Muerte
y la herramienta de un arte de enterrador.
Y Poe construye un Arca de huesos
porque ha presentido un diluvio de sangre.
La muerte es una dolorosa muela del juicio;
extrae esa Verdad con las tenazas del Arte
y emploma el abismo en donde estaba
oculta en las sombras con el Tiempo y las Causas.
Aunque el Gusano Rey nos devore el corazón
con la boca de Yorick demos gracias al Arte.

De Ray Bradbury. We Have Our Arts So We Don’t Die of Truth.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Canción de la Niñez

Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar.

Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.

Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
y echaba a correr de pronto,
tenía un remolino en el pelo
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.

Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y no soy vos?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol es tan solo un sueño?
Lo que veo oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo frente al mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad es mala?
¿Cómo es posible que yo, el que yo soy,
no fuera antes de existir;
y que un día yo, el que yo soy,
ya no seré más éste que soy?

Cuando el niño era niño,
no podía tragar las espinacas, los porotos,
el arroz con leche y el coliflor.
Ahora lo come todo y no por obligación.

Cuando el niño era niño,
despertó una vez en una cama extraña,
y ahora lo hace una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, con suerte, solo en ocasiones.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora se estremece ante a ella.

Cuando el niño era niño,
jugaba abstraído,
y ahora se concentra en cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.

Cuando el niño era niño,
como alimento le bastaba una manzana y pan
y hoy sigue siendo así.

Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo caen las moras
y aún sigue siendo así.
Las nueces frescas le eran ásperas en la lengua
y aún sigue siendo así.
En cada montaña ansiaba
la montaña más alta
y en cada ciudad ansiaba
una ciudad aún mayor
y aún sigue siendo así.
En la copa de un árbol cortaba las cerezas emocionado
como aún lo sigue estando.
Era tímido ante los extraños
y aún lo sigue siendo.
Esperaba la primera nieve
y aún la sigue esperando.

Cuando el niño era niño,
tiraba una vara como lanza contra un árbol,
y ésta aún sigue ahí, vibrando.

De Peter Handke. "Lied Vom Kindsein".Traducción por Gabriela Fanzone

lunes, 13 de septiembre de 2010

Canción inconclusa

Dios de la adolescencia.

Ella solo intenta ser feliz
Tropezando está
Nadan hoy sus ojos entre el rimel
Su mentira, ya se hundió
En la hiedra

Ves, en su abismo
Con sus enaguas quiere escapar
De la bruma
Tan apurada está
Que atropella el viento en la avenida

Hoy su inútil pétalo secó
Por su soledad
Y con las campanas se divierte
Pensando que son de aquí
La muerte

Ah, si pudiera
Si ella quisiera abrirse del ser
Y la nada
Tal vez podría ver
Que su Dios está en la adolescencia

Correrás al fin con frenesí
Por tu libertad
Pero ni bien una lagrima caiga
Mil estrellas juzgaran que es en vano

Ya que Dios es un mundo
En el que amar es la eternidad
Que uno busca
Y no lo pienses más
Que tu mueca esta tan despintada.

De Luis Alberto Spinetta.

viernes, 14 de mayo de 2010

Mensaje a la poesía

No puedo
No es posible
Díganle que es totalmente imposible
Ahora no puede ser
Es imposible
No puedo

Díganle que estoy tristísimo, pero esta noche no puedo ir a su encuentro.
Cuéntenle que hay millones de cuerpos por enterrar
Muchas ciudades por reconstruir, mucha pobreza en el mundo;
Cuéntenle que hay en alguna parte del mundo una criatura llorando
Y las mujeres están volviéndose locas y hay legiones de ellas que tortura
la nostalgia de sus hombres; cuéntenle que hay un vacío
en los ojos de los parias, cuya inanición es extrema; cuéntenle
que la vergüenza, la deshonra, el suicidio, rondan el hogar
y que se quiere reconquistar la vida.

De Vinicius de Moraes

lunes, 3 de mayo de 2010

Soy el más asoleado sabueso de Dios

Soy el más asoleado sabueso de Dios,
he encontrado el sol y lo guardo en la sangre,
lo hago dormir en las venas,
me esfuerzo por seguirlo como un girasol,
ahuyento la noche levantando la cabeza para no perderlo
y bebo rápido tragos de luz.
Los dos somos uno.
No existimos por separado el sol y yo,
y como pareja intercambiamos nuestros luminosos dones...
El sol me ofrece y yo ardo en cuentos, una y otra vez.
La palabra justa que explica
una vida que desborda el universo;
el ensayo de su efecto en la mente que era pero ya no será ciega.
Así me gustaría estar todo el año...
El sonido silencioso que hace el sol
cuando cuece mi alma vibrante
y todas las cuerdas de mi arpa se llenan de fuego
que quema mis deseos rancios
y allí estoy, al mediodía y a la luz:
el más querido y asoleado sabueso de Dios

De Ray Bradbury. Versión de Marcial Souto

lunes, 5 de abril de 2010

Imprecaciones.












Yo soy Hammurapi, el Rey de la Equidad, a quien el divino Shamash otorgó la Verdad: mis palabras son exquisitas, mis obras no tienen igual; sólo para un necio son algo vacío, para el perspicaz, están destinadas a la gloria. Si ese hombre atiende a las palabras que he grabado en mi estela, no desecha la ley, no da sentido torcido a mis palabras ni altera mis signos y designios, que a ese hombre, igual que a mí, el Rey de la Equidad, el divino Shamash le alargue el cetro y que pastoree a su gente en la Equidad. Pero si ese hombre no atiende a las palabras que he grabado en mi estela, desprecia mis maldiciones y no se arredra ante las maldiciones de los dioses, y abole la ley que yo he dado, da un sentido torcido a mis palabras, altera mis signos y designios, borra mi nombre inscrito y luego graba el suyo o, por estas maldiciones, instiga a otro a que lo haga, a ese hombre, sea rey, señor, gobernador u otro sujeto, a ese hombre, llámese como se llame, que el gran Anum, el Padre de los Dioses, el que me llamó a mi reinado, le quite la gloria de la realeza; que quiebre su cetro y que maldiga su destino. Que el divino Enlil, el Señor, el fijador de destinos, cuyas órdenes son inmutables, el magnificador de mi realeza, le extienda por doquier revueltas invencibles, un desespero que le lleve a su ruina en su misma sede; que le dé por destino un reinado penoso, escasos días, años de hambruna, tinieblas sin amanecer, muerte de la mirada; que decrete, con su solemne boca, la ruina de su capital, la dispersión de su gente, el cambio de dinastía, la extinción de su nombre y su memoria en el país. Que la divina Ninlil, la Gran Madre, cuyas órdenes tanto pesan en el Ekur, la patrona celosa por mejorar mi fama, agrave su caso en la sala del juicio y la condena que preside el divino Enlil; que ponga en boca del divino Enlil, el Rey, la destrucción de su país, la pérdida de su gente y la espiración de su aliento como si fuera agua. Que el divino Ea, el Príncipe Magno, cuyos designios son providentes, el más agudo de los dioses, el que más sabe de todo, el encargado de prolongar los días de mi vida , le prive del juicio y el discernimiento y lo suma en la confusión; que ciegue sus ríos desde los manantiales y que en sus tierras no deje crecer la cebada, vida de su gente. Que el divino Shamash, el juez Supremo de cielos y tierra, que yergue a los seres vivos, el señor, la confianza mía, derribe su realeza, no atienda sus derechos, extravíe su senda, haga resbalar los pies de sus tropas; que le tenga preparado, en los presagios que le pida, el augurio infausto de la erradicación de los cimientos de su realeza y la ruina de su país; que la palabra nefasta del divino Shamash lo tome desprevenido: que, arriba, lo arranque de entre los vivos y, abajo, atormente a su alma de sed de agua en el averno. Que el divino Sin, Señor de los Cielos, dios creador mío, cuya plaga es la más patente de todas las de los dioses, le quite la corona y el trono de su realeza; que le imponga una pena severa, su mayor castigo que no desaparezca de su cuerpo, de modo que termine los días, los meses, los años de su reinado entre lamentos y lágrimas; que le descubra que hay un rival para su reinado y le destine una vida parecida a la muerte. Que el divino Adad, Señor de la Abundancia, Jefe de canales de cielos y tierras, mi auxiliador, le prive de lluvia de los cielos y del caudal de la fuente; que aniquile a su país con miseria y hambruna; que aturda a truenos su capital y convierta a su país en ruina del Diluvio Universal. Que el divino Zababa, el Gran Luchador, hijo primogénito del Ekur, que avanza a mi derecha, le quiebre el arma en el campo de batalla; que le convierta el día en noche y haga que su contendiente se plante encima de él. Que la divina Ishtar, Señora de la Guerra y la Batalla, la que desnuda mi espada, Virtud Protectora mía, amante de mi reinado, maldiga airada , con rabia inmensa, su realeza; que convierta su fortuna en desgracia; que le quiebre el arma en la guerra y en el campo de batalla; que le tenga dispuestos desorden y revolución; que prostre a sus guerreros y abreve la tierra con su sangre; que deje pilas de cadáveres de sus tropas en campo abierto, que a su ejército no le permita lograr cuartel; y en cuanto a él, que lo entregue sin condiciones a manos de su enemigo y lo lleve encadenado a un país enemigo suyo. Que el divino Nergal, el más Fuerte de los dioses, irresistible en la batalla, el que me asegura el triunfo, con su enorme poder queme a su gente como un incendio desatado en el cañaveral y, con su arma poderosa, lo haga azotar y desmenuce sus miembros como de figurilla de barro. Que la divina Nintu, Princesa Excelsa de los países, madre, creadora mía, le quite al heredero y no deje ni su nombre; que en el seno de su gente no se genere simiente humana. Que la divina Ninkarrak, Hija de Anum, que intercede por mi bien en el Ekur, haga salir en sus miembros [viriles] grave enfermedad, un mal demoníaco, un bubón doloroso que no se aplaque, cuya naturaleza ignore el médico, que no pueda calmar con vendajes y que, como el mordisco de la muerte, no se lo pueda arrancar, para que, hasta que se le extinga la vida, no cese de llorar por su virilidad.
Que los Grandes Dioses de cielos y tierra, que los divinos Anunnaku todos, que el Genio del templo, que el templo de ladrillo del Ebabbar lo maldigan con maldición nefasta a él, a su semilla, a su país, a sus tropas: a su gente y a su ejército. Que, con estas maldiciones, el divino Enlil lo maldiga en virtud de sentencia inalterable y que le alcancen de inmediato.

Del CÓDIGO DE HAMMURAPI.
Al final de su reinado (1752?), Hammurapi de Bábil (Hammurabi de Babilonia) edictó sus disposiciones, escritas en varios ejemplares. Uno, posiblemente de Sippar, fue tomado por los elamitas y llevado a Susa en el s. -XII. Hallado en 1902, está en el Louvre (estela de diorita de 2,23 m). Sus párrafos, en casillas verticales, son arcaizantes y solemnes.

sábado, 30 de enero de 2010

La Ciudad.

Dices “Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
Lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
Y los muchos años que aquí pasé o destruí”.
No hallarás otra tierra y otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques –no la hay–,
ni camino ni barcos para ti.
La vida que aquí perdiste
la has construido en otra tierra.

de Konstantinos Kavafis.